A pesar de todo
Al mirar al pasado y reflexionar sobre lo que somos, me doy cuenta de que compartimos un factor común, sin importar la lengua que hablemos, las cosas que comamos o el Dios al que adoremos. Ese sutil sentimiento de familiaridad que nos une, y que lamentablemente se ve empañado por aberrantes ideales egoístas, es tan antiguo como nosotros mismos. A pesar de su antigüedad nos acompaña en el día a día, nos recuerda que somos una sola cosa, una sola especie, una sola humanidad.
Personas desconocidas y provenientes de culturas distantes pueden ayudarse, sin siquiera hablar el mismo idioma. Sin importar que a veces algunos de nosotros actuemos como si no tuviéramos razón, basados en el egoísmo, seguimos siendo la misma especie, los mismos individuos cooperadores y carismáticos. Compartimos una sonrisa con un extraño y nos sentimos cómodos, sabiendo que, aunque profundamente, somos uno.
Esa es la esencia de la vida humana. Olvida credos, costumbre y demases, eso es solo la forma (muy necesaria por cierto, pero prescindible), recuerda solo una palabra y sonríe:
Humanidad.